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martes, 14 de junio de 2011

Acidos grasos



Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.

 

El estrés y los ácidos grasos.

 


Coordinador de Medicina Ortomolecular del Centro de Estudios de Medicina Integrado de la Universidad Autónoma de Guadalajara.

 

No todas las grasas son malas y parece que ciertos aceites son vitales, tanto para la salud mental como para la física. A éstos se les llama aceites "esenciales" porque como las vitaminas, nuestro cuerpo no puede fabricarlos y debemos obtenerlos de los alimentos. Como además desde el punto de vista químico son ácidos, se los llama ácidos grasos esenciales.

Los aceites de pescado o aceites marinos son un grupo de aceites derivados (generalmente de los hígados de pescado) particularmente de pescados de aguas frías.

Los aceites de pescado contienen ácido eicosapentanóico (EPA) y ácido docosahexanóico (DHA). Ambas grasas son ácidos grasos de cadena larga poliinsaturados omega 3. Aunque el cuerpo puede sintetizar estas grasas del ácido alfa-linolénico, se cree que esta conversión es deficiente en muchas gentes.

Estos aceites de pescado, el EPA y el DHA son importantes para la producción del tejido nervioso, las hormonas y las membranas celulares. El EPA se convierte en las prostaglandinas de la serie 3, las cuales tienen una actividad antiinflamatoria. Estas grasas también ayudan disminuir la presión sanguínea alta, reducir el colesterol malo elevado y los triglicéridos y prevenir la formación de la placa ateroesclerótica.

Uno de los lugares donde encontramos las concentraciones más altas de ácidos grasos esenciales en el cuerpo, es el cerebro:

a) La corteza cerebral.- ésta es la capa externa del cerebro que es densa con células ricas en ácidos grasoEl cerebro es muy especial y único. Se compone de 60% de lípidos y tiene una tasa muy alta de consumo de energía. El consumo de energía produce los dañinos radicales libres que suelen perjudicar a las sensibles membranas celulares.

Algunos individuos están deficientes en (o tienen un mal funcionamiento de) la enzima que convierte al ácido alfalinolénico de la dieta en ácido docosahexanóico llamada delta-6-desaturasa. Esta enzima también convierte al ácido alflinolénico en prostaglandinas E3. El ácido linoléico y el ácido alfalinolénico compiten por esta enzima así que si hay un exceso del uno sobre el otro, ese gana y predominan los productos de ese ácido graso.

Algunos de los factores que inhiben a la actividad de la enzima delta-6 desaturasa incluyen los siguientes

* Una ingesta alta de grasas saturadas y ácidos grasos trans, los cuales actúan como grasas saturadas en el cuerpo

* El estrés

* La obesidad

* El envejecimiento. Después de los 20 años, la eficiencia de esta enzima declina.

El enemigo número uno de la salud pública es el estrés. Todos sabemos que el estrés juega un papel vital en el origen y el desarrollo de un gran número de enfermedades. El estrés contribuye significativamente en la enfermedad de las arterias coronarias. El estrés también deprime al sistema inmunológico haciéndonos más susceptibles al cáncer, a las enfermedades autoinmunes y a las infecciones. El estrés nos hace envejecer más rápido.

Al mantener a nuestro cuerpo sano con una buena dieta y los complementos alimenticios adecuados, podemos con toda seguridad aumentar la capacidad del mismo para enfrentarse al estrés diario en nuestra casa y en nuestro trabajo, en forma notable.

El estrés emocional puede interferir con la síntesis de ácidos grasos (J Bezard et al. "The metabolism and availability of essential fatty acids in animal and human issues" Reprod Nutr Dev 34, 1994: 539-568). Esto es muy importante ya que en nuestro mundo actual que nos mantiene siempre ocupados, el estrés implacable es un problema muy común. Se ha demostrado que el estrés agota los nutrientes corporales que apoyan la producción de los ácidos grasos esenciales, tales como el zinc, el magnesio, la vitamina C y las vitaminas B. El estrés nos hace más susceptibles a las infecciones, lo cual también puede disminuir nuestros niveles de ácidos grasos esenciales. Además, altos niveles de las hormonas del estrés, tales como el cortisol y la epinefrina pueden reducir la actividad de las enzimas desaturasas.

La diabetes y los ácidos grasos.

 

La diabetes mellitus es una enfermedad crónica del metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, caracterizada por elevaciones durante el ayuno de los niveles sanguíneos del azúcar (glucosa) y por un riesgo enormemente aumentado de sufrir de problemas cardíacos, embolias, enfermedades renales y pérdida de la función nerviosa. La diabetes puede ocurrir cuando el páncreas no secreta suficiente insulina o si las células del cuerpo se hacen resistentes a la insulina.

Los síntomas típicos de la diabetes son, orinar frecuentemente, una sed excesiva y un apetito exagerado.

La diabetes se divide en 2 categorías principales tipo I y tipo II. La diabetes insulinodependiente o tipo I ocurre más frecuentemente en niños y adolescentes. La diabetes no insulinodependiente o tipo II generalmente inicia después de los 40 años de edad.

Cerca del 90 % de todos los diabéticos pertenece a la diabetes tipo II. Sus niveles de insulina están típicamente elevados indicándonos una pérdida de la sensibilidad a la insulina por las células del cuerpo.

La diabetes no es común en los lugares donde la gente consume una dieta más primitiva (D. Burkitt and H. Trowell, Western Diseases: Their emergence and prevention, Harvard University Press, 1981).

Aunque se sabe que los factores genéticos parecen ser importantes en la susceptibilidad a la diabetes, los factores ambientales se requieren para que se desarrolle la diabetes.

El factor ambiental más importante es una dieta alta en carbohidratos vacíos de fibra. Se sabe que este tipo de dieta induce a la diabetes en los tipos genéticos susceptibles (G Vahouny and D Kritchevsky. Dietary Fiber in Health and disease, Plenum Press, 1982). Se ha demostrado que el porcentaje de calorías de la grasa en la dieta, especialmente la grasa saturada está asociado con la diabetes tipo II, lo mismo que para predecir la conversión de una intolerancia a la glucosa a la diabetes tipo II (J A Marshall, R F Hamman and J Baxter. High fat, low carbohydrate diet and the etiology of non-insulindependent diabetes mellitus: The San Luis Valley Diabetes Study. Am J Epidemiol 134, 1991:590-603).


La obesidad es otro elemento exógeno primordial ya que el 90 % de los pacientes con diabetes no insulinodependiente son obesos ( J B Wyngaarden, L H Smith, and J C Bennett, Cecil Textbook of Medicine, WB Saunders 1992). Aún en los individuos normales, un aumento de peso significativo resulta en intolerancia a los carbohidratos, niveles de insulina más altos e insensibilidad a la insulina en el tejido graso y muscular.

La deficiencia de cromo.- El oligoelemento cromo juega un papel vital en la sensibilidad de las células a la insulina (R Anderson et al, Beneficial effect of chromium for people with Type II diabetes, Diabetes 45, Suppl 2, 1996:124ª/454). El cromo, como un componente crítico del así llamado (FTG) factor de tolerancia a la glucosa funciona como un cofactor en todas las actividades que regulan la insulina.

Si los pacientes diabéticos no toman la responsabilidad de cuidar a su cuerpo, pueden sufrir de complicaciones severas, tanto agudas como crónicas.

Las complicaciones agudas serias son la hipoglicemia, la cetoacidosis diabética y el síndrome hiperosmolar no cetogénico. Ahora bien, las complicaciones crónicas de la diabetes mellitus tipo II son ateroesclerosis, retinopatía diabética, neuropatía diabética, nefropatía diabética y úlceras del pie diabético.

Los ensayos clínicos de tratamiento nutricional con una dieta primitiva de este tipo ha demostrado consistentemente ser superior en lo que se refiere a sus efectos terapéuticos comparados con los medicamentos hipoglucemiantes orales y la insulina cuando se usan menos de 30 unidades al día (HCR Simpson, RW Simpson, S Lousley, A high carbohydrate leguminous fiber diet improves all aspects of diabetic control, Lancet 1, 1981:1-5).

La fibra de las plantas ha demostrado tener un impacto positivo sobre el control de los diabéticos. Cuando los pacientes diabéticos comen entre 15 y 26 gramos de fibra natural al día, requieren menos insulina o menos dosis de hipoglucemiantes orales y tienen un mejor control de los niveles sanguíneos de azúcar (DJA Jenkins, TMS Wolever, Diabetic diets: high carbohydrate combined with high fiber, Am J Clin Nutr, 33, 1980:1729-1733). Es interesante hacer notar que estos efectos benéficos se maximizan en los pacientes cuya dieta incluye al menos 40 % de carbohidratos complejos.

Los nutrimentos que pueden estar alterados de sus niveles adecuados en la diabetes tipo II son varios, pero sobresalen la vitamina C, la niacinamida, la vitamina B-6, la vitamina E, el magnesio, el potasio, el manganeso, el zinc, los flavonoides, los ácidos grasos esenciales y la carnitina.

Los bioflavonoides son muy útiles como complemento nutricional en los pacientes diabéticos. La razón es que los bioflavonoides promueven la secreción de insulina y son potentes inhibidores de la acumulación de sorbitol. Los efectos bioquímicos nutricionales de los bioflavonoides incluyen un aumento en los niveles de vitamina C dentro de las células, una disminución en la fuga y la ruptura de los vasos sanguíneos pequeños, la prevención de los moretes y un apoyo al sistema inmunológico, todo lo cual beneficia a los pacientes que sufren de diabetes (J Kuhnau, The flavonoids: a class of semi essential food components: their roll in human nutrition, Wld Rev Nutr Diet, 24, 1976:117-191).

Un programa apropiado de entrenamiento de ejercicio es de vital importancia en el plan de tratamiento de la diabetes. El ejercicio mejora muchos parámetros y se recomienda para ambos tipos de diabetes.

Los diabéticos entrenados físicamente experimentan entre otras cosas, una sensibilidad mejorada a la insulina con una consecuente necesidad disminuida para la insulina exógena, una tolerancia mejorada a la glucosa, triglicéridos y colesterol séricos totales reducidos y un aumento en los niveles de las lipoproteínas de alta densidad (VA Koivisto and RA Defronzo, Exercise in the treatment of type II diabetes, Acta Endocrin suppl 262, 1984:107-111). El ejercicio debe de evitarse durante los períodos de hipoglicemia.

En un estudio clínico se encontró que los ácidos grasos esenciales como el EPA y el DHA ayudan mucho a los pacientes diabéticos que sufren de la complicación crónica conocida como neuropatía diabética (Keen, H, Payan, J et al. Treatment of diabetic neuropathy with gamma-linolenic acid. Diabetes Care 1993;16(1):8-15).

Por otro lado, hay suficiente evidencia que demuestra que un exceso de omega 6 con una deficiencia de omega 3 puede producir una resistencia a la insulina. Se ha demostrado que la sensibilidad a la insulina disminuye cuando los niveles de ácidos grasos omega 3 están disminuidos (M. Borkman et al. The relation between insulin sensitivity and the fatty acid composition of skeletal-muscle phospholipids. NEJM 328(1993):238-244). Esto significa que una de las claves del problema es la relación entre los niveles de omega 3 y los niveles de omega 6. También hemos visto que esto es un aspecto muy importante desde el punto de vista bioquímico para modular la obesidad.

Las investigaciones más recientes señalan que los ácidos grasos omega 3 activan la expresión de los genes que controlan el metabolismo de las grasas.

Un reporte de los anales de la Academia de Ciencias de Nueva York demuestra que las dietas experimentales altas en ácidos grasos omega 6 producen resistencia a la insulina. Sin embargo, la complementación con ácidos grasos omega 3 restaura la sensibilidad a la insulina - aún cuando la dieta siga alta en otras grasas (Hainault, I.M. et al. Fish oil in high lard diet prevents obesity, hyperlipidemia and adipocyte insulin resisntance in rats. Annals of New York Academy of Sciencies; 1993:683:98-101).

La complementacion a largo plazo reduce el colesterol malo LDL, con efectos positivos sobre el colesterol bueno HDL. Estos cambios constructivos son considerados indicativos de un manejo mejorado de la glucosa.

La insulina se requiere para la síntesis de los ácidos grasos de cadena larga omega 3 del ácido alfalinolénico.

Bajo estas circunstancias, podemos estar seguros que los diabéticos están en un estado de deficiencia de EPA y DHA. Esta clase de deficiencias predispone a los diabéticos a problemas cardiovasculares, además de las alteraciones vasculares causadas por el nivel alto sanguíneo de azúcar. Así que podemos suplementar a estos pacientes con complementos alimenticios de ácidos grasos esenciales de cadena larga omega 3.


El cáncer y los ácidos grasos

 

La incidencia del cáncer en general, como es sabido por todos, aumenta año con año. Eso significa que realmente no estamos ganando la guerra contra el cáncer. Histológicamente hablando, existen aproximadamente 200 tipos diferentes de cáncer. En nuestro país, el cáncer actualmente representa la cuarta causa de muerte, pero seguramente en un futuro próximo, se convertirá en la segunda o tal vez la primera causa de muerte. Esto es sumamente importante.

El cáncer es una enfermedad muy triste. La muerte por cáncer, generalmente implica mucho más sufrimiento que cualquier otra forma de muerte, como la producida por un ataque cardíaco. El paciente con cáncer puede llevar una vida miserable durante meses o años, antes de que su sufrimiento termine con la muerte. Una gran parte de su miseria puede ser causada por el tratamiento que se le administra, tratando de controlar la enfermedad.

Varios científicos creemos que podemos absorber energía de los rayos del sol porque nuestras membranas celulares están formadas por lipoproteínas que contienen ácidos grasos esenciales, cuyos electrones resuenan precisamente cuando son golpeados por la frecuencia adecuada. De acuerdo con esta hipótesis, esta energía es la chispa que inicia y guía el ciclo de Krebs, el proceso químico en virtud del cual obtenemos energía de los alimentos que comemos.

Es bien sabido que en las células cancerosas de cultivo no se encuentra el "primer paso enzimático" del metabolismo normal de los ácidos grasos esenciales (LM Dunbar et al. "Enzyme Deletions and EFA metabolism in cultured cells" J Biol Chem,1975, 250 pp 11521154), y la investigación actual revela que, tal como se podía esperar, ciertos ácidos grasos esenciales matan a las células cancerosas en condiciones de laboratorio (Harnessing fatty acids to fight cancer, Science New, 133 p132). Casi todos los experimentos similares dan por sentado que los ácidos grasos esenciales poseen una enorme actividad anticancerosa (J Booyens et al. "some effects of the essential fatty acids on the proliferation of human osteogenic sarcoma cells in culture, Prostaglandins, leukotrienes medicine, 1984, 15, pp 15-33).

Hasta hace algunos años eran muy pocos los científicos que habían establecido una relación entre la incidencia de los cánceres en una población y el tipo de alimentación. Sir Richard Doll estableció la relación entre el tabaco y el cáncer del pulmón. Pero en 1968 publicó un estudio donde se llegó a la conclusión de que del 30 al 70 % de todos los cánceres están relacionados con el tipo de alimentación.

Durante el último siglo, la cantidad de ácidos grasos en nuestras dietas ha disminuido en forma continua y estable, principalmente por el procesamiento de los alimentos y las altas temperaturas usadas al cocinar, las cuales destruyen o degradan a los ácidos grasos. Además ciertas situaciones como el estrés crónico y las infecciones hacen que perdamos ácidos grasos esenciales en nuestro cuerpo.

Otro problema es que la dieta occidental actual contiene una relación inadecuada entre los omega 3 y los omega 6. Hace muchos años, las relación era de aproximadamente 1:1. Sin embargo, los estudios nos demuestran que la relación de omega 3 a omega 6, es hoy en día de 30:1.

Con respecto a los efectos de los ácidos grasos esenciales en la prevención del cáncer, puedo mencionar lo siguiente: a) los ácidos grasos pueden ayudar a bloquear las señales que ordenan replicarse a las células cancerosas. b) parece que los ácidos grasos esenciales ayudan a mantener la fluidez de las membranas celulares. Esto es muy importante porque entre mayor sea el fluido de la membrana, será menos probable que esa célula se dañe cuando se empuje contra otras células en el cuerpo. c) Al reducir la capacidad de las plaquetas para agruparse, los ácidos grasos pueden ayudar a prevenir que los tumores cancerosos se separen de los agentes químicos y de las células corporales que atacan al cáncer d) hay suficiente investigación que relaciona el desarrollo del cáncer con niveles altos de agentes químicos naturales inflamatorios como las prostaglandinas (los ácidos grasos bloquean la producción del ácido araquidónico) e) algunos investigadores consideramos que una de las actividades de los ácidos grasos es la inhibir la expresión de ciertos genes conocidos como oncogenes que tienen que ver con la aparición del cáncer f) existen estudios que demuestran que los ácidos grasos alteran la producción de hormonas, como los estrógenos. Esto es muy importante en el caso de los tumores cancerosos que son sensibles a la actividad de las hormonas como el cáncer de mama, el de ovarios y el de próstata.

La mayoría de los estudios a nivel celular sobre los efectos de los ácidos grasos y el cáncer se han hecho en el cáncer de colon. La razón es que no es tan complicado tomar algunas células del intestino de un paciente y verificar los cambios en un microscopio. Por otro lado, después del cáncer de pulmón, el cáncer de colon es uno de los más frecuentes. Hay mucha evidencia clínica que demuestra que una dieta alta en fibra y baja en grasa animal protege contra el cáncer de colon (WC Willet et al "Relation of fat, fiber and meta intake to colon cancer risk in prospective study among women" NEJM 33 (1990) : 1662-1672).

En un estudio clínico doble ciego controlado con placebo, en pacientes con pólipos intestinales, los cuales se consideran lesiones precancerosas, se les administró en forma oral aceite de pescado por un período de 12 semanas. Los investigadores examinaron las células antes, durante y después del período de estudio de 12 semanas. Al final del estudio, se pudo comprobar una disminución en el tamaño y el número de los pólipos.

En un ensayo, los investigadores observaron los efectos de los ácidos grasos en los gliomas, un tipo de tumores cerebrales. Inyectaron ácido gamalinolénico directamente en los tumores cerebrales de algunos pacientes. Luego examinaron los tumores y al tejido cerebral circundante con TACs. Encontraron que todos los pacientes experimentaron una mejoría significativa, sin dañar al tejido sano circundante. Lo que significa que los ácidos grasos pueden ser usados como una terapia nutricional de apoyo en estos casos.

Otro tipo de cáncer que parece responder al tratamiento con ácidos grasos, es el cáncer de hígado. Un artículo de revisión que examinó varios reportes sobre el uso de ácidos grasos concluyó que muestran una gran esperanza cuando se usan como parte de un plan de tratamiento más amplio.

El uso de los ácidos grasos atrae más atención cada día como un tratamiento coadyuvante a la quimioterapia convencional. Se han hecho pruebas en cultivos de células de pacientes con cáncer de mama y respondieron mejor cuando se usaron los ácidos grasos juntos con los medicamentos convencionales. Por otro lado, también hay estudios clínicos en pacientes con cáncer de mama, donde se llegaron a las mismas conclusiones de que la combinación de ácidos grasos con los medicamentos convencionales fue más efectiva que cualquiera de los 2 solos.

Uno de los signos más comunes del cáncer es una complicación llamada caquexia. Es un estado en el que el paciente pierde el apetito lo que los lleva a una pérdida progresiva de grasa y proteína de los tejidos corporales. Si progresa, puede ser fatal.

Aunque todavía se requieren más investigaciones, podemos estar seguros que los ácidos grasos parecen ser un tratamiento ideal para la caquexia, principalmente porque proveen grasas esenciales y también son ricos en calorías. Además, la investigación en las causas de la caquexia sugiere que los agentes inflamatorios en el cuerpo tales como el factor de necrosis tumoral pueden estar involucrados (A Giacosa et al. "Food intake and body composition in cancer cachexia "Nutrition 12 Suppl (1996):S20-23).

En conclusión, yo creo que nadie debería esperarse a tener cáncer para empezar a tomar complementos alimenticios de ácidos grasos esenciales como terapia coadyuvante contra él. Todos sabemos que la prevención es la mejor medicina. Así que preguntémonos si no sería ideal mejor tomarlos como un auxiliar preventivo de enfermedades malignas.


Un corazón sano con los ácidos grasos

 

No todas las grasas son malas y parece que ciertos aceites son vitales, tanto para la salud mental como para la física. A éstos se les llama aceites "esenciales" porque como las vitaminas, nuestro cuerpo no puede fabricarlos y debemos obtenerlos de los alimentos. Como además desde el punto de vista químico son ácidos, se los llama ácidos grasos esenciales.

La noción de ácidos grasos esenciales fue introducida en 1929 por el Dr. George Burr y su esposa Mildred, quienes hacían investigaciones sobre las necesidades alimentarias de las ratas en Minnesota. En realidad, estudiaban el papel de la vitamina E en la ovulación.

Como la vitamina E es soluble en grasas, se pusieron a estudiar los efectos de un régimen completamente carente de lípidos. De esta manera provocaron un síndrome de deficiencia diferente de la simple falta de vitamina E. Lo asombroso en ese síndrome era el profundo deterioro de la piel y el pelo. Con el tiempo, se descubrió que ese síndrome se podía prevenir introduciendo en la dieta un solo ácido graso llamado ácido linoleico. Se trata de un ácido graso que los vegetales fabrican en particular en sus semillas. Así descubrieron que el ácido linoleico es un ácido graso esencial para la rata. En la actualidad sabemos que el mamífero es un animal que no puede sobrevivir sin consumir ácido linoleico. Lo mismo sucede con el mamífero humano.

Los ácidos grasos son ácidos de cadena larga (18 carbonos). Cuando todos los brazos de los 18 carbonos están plenamente ocupados, significa que están "saturados" de hidrógeno. Entonces se llama ácido saturado.

Ahora bien, si el átomo 9 y 10 de carbono liberan un átomo de hidrógeno. Entonces se produce un enlace doble y hace que el ácido graso ya no pueda estar saturado de hidrógeno. Y entonces se le nombra monoinsaturado como el ácido oleico. Si son muchos los enlaces dobles, se le conoce como poliinsaturado.
Tal es el caso del ácido linoleico.

La química nos enseña que existe una correlación entre la fórmula de un ácido graso y sus propiedades físicas. Cuanto más larga es la cadena, más insaturado, más flexible y más bajo su punto de congelación. La conclusión es muy sencilla; las substancias sólidas a la temperatura ambiente son grasas y las que son líquidas son aceites.

Para cumplir sus funciones específicas, los ácidos grasos deben sufrir varias transformaciones, en particular en el hígado. Estas transformaciones son sucesiones de reacciones que tienden hacia la desaturación y la elongación de la cadena de átomos de carbono.

Estas reacciones se debilitan en las personas de edad y en la mayoría de los estados de enfermedades crónicas y son inhibidas por las hormonas del estrés. Estas reacciones son bloqueadas por el alcohol, el azúcar, por ciertos virus, ciertas radiaciones y por ciertos ácidos grasos saturados.

Estudios recientes han demostrado que los vegetarianos están comúnmente deficientes en ciertos ácidos grasos como el ácido docosahexaenóico porque no consumen alimentos animales y de esta forma no hay ácido docosahexaenóico en sus dietas. Los niveles sanguíneos de ácidos grasos de cadena larga de los vegetarianos muestran que éstos son muy bajos, especialmente en los vegetarianos a largo plazo.

Al comienzo de la década de 1970 las estadísticas obtenidas por la Organización Mundial de la Salud habían revelado que Finlandia tenía el récord mundial en enfermedades cardíacas. De modo que el gobierno
Finlandés tomó la determinación de actuar para proteger a la población. Se eligió a Karelia del Norte como región testigo y a Karelia del Sur como control. Se llevó a cabo una campaña masiva de educación con énfasis en la alimentación. Finlandia tenía también récord en el consumo de mantequilla. Inclusive se controlaron los alimentos en las tiendas. Siete años más tarde la mortalidad por accidentes cardiovasculares había disminuido un 25 % y la mortalidad por accidentes cerebrales un 30 %. Hoy está de la misma forma comprobado que los japoneses que viven en Japón tienen menos problemas cardíacos que aquellos que han emigrado a los EE. UU. y han dejado su tradicional método de alimentarse caracterizado en una alta ingesta de pescado.

Unos investigadores de Veterans Affairs Medical Center reportaron que el ácido docosahexaenoico provee una protección importante contra el desarrollo de la enfermedad coronaria (Simon J.A. et al. "Serum fatty acids and the risk of coronary herat disease". American Journal of Epidemiology, Sept
1995;142(5):469-476). Su estudio involucró más de 6,000 hombres de edad media a quienes se les hicieron mediciones en sangre entre 1973 y 1976. Los investigadores encontraron que los hombres con niveles sanguíneos más altos de ácidos grasos omega 3 tuvieron casi un 50 % riesgo menor de desarrollar una enfermedad cardiaca que los hombres que tenían niveles más bajos.

En algunos estudios que realizamos hacer varios años en el Programa de Estudios de Medicinas Alternativas de la Universidad de Guadalajara notamos que los ácidos grasos omega 3 bloquean específicamente las corrientes excesivas de sodio y calcio en el corazón en animales de experimentación. Esas descargas eléctricas causan cambios erráticos y peligrosos en el ritmo cardiaco. En la actualidad, sabemos que las arritmias, especialmente aquellas de los ventrículos cardiacos, se consideran los acontecimientos contribuyentes más importantes en la muerte súbita cardiaca.

En la literatura médica, hemos encontrado varios grandes ensayos clínicos que han confirmado la capacidad del aceite de pescado para prevenir la muerte súbita cardiaca en ambos casos, individuos presumiblemente sanos lo mismo que en pacientes que han sufrido una infarto del miocardio (De Caterina, R. et al. "Antiarrhythmic effects of omega-3 fatty acids; from epidemiology to bedside". American Heart Journal Sept 2003; 164:420-430). En términos de porcentaje, el aceite de pescado puede reducir la incidencia de muerte súbita cardiaca hasta un 45 %.

Por otro lado, puedo afirmar que hay una buena cantidad de literatura médica de apoya el hecho de que el aceite de pescado ayuda a mantener la elasticidad de las paredes arteriales, previene las embolias, reduce la presión sanguínea sistémica y estabiliza el ritmo cardiaco (Uauy-Dagach, R. & Valenzuela A. "Marine oils: the health benefits of n-3 fatty acids". Nutrition Reviews, Vol. 54, November 1996;56 : 719-724).

Investigadores de la Universidad de Cincinnati han encontrado que si uno toma complementos alimenticios de buena calidad de aceite de pescado, puede disminuir la presión diastólica en 4.4 mm Hg y la presión sistólica en 6.5 mm Hg. Esto es muy importante ya que puede ser suficiente para prescindir de medicamentos convencionales en casos de hipertensión leve (Appel L.J. et al. Moore T.J. et al. "Does supplementation of diet with fish oil reduce blood pressure? Archive of Internal Medicine, 1993; 153:1429-1438).

Con relación a la angina de pecho, el aceite de pescado ha sido estudiado para su efecto en este padecimiento causado por la reducción en el flujo sanguíneo en el propio corazón. Esta reducción se debe a un endurecimiento y estrechamiento de las arterias coronarias. En algunos estudios clínicos, algunos gramos de aceite de pescado han reducido el dolor de pecho lo mismo que la necesidad de nitroglicerina (Saynor R., Verel, D et al. "The long term effect of dietary supplementation with fish lipid concentrate on serum lipids, bleeding time, platelets and angina". Atherosclerosis, 1984; 50: 3-10).

Aquí debo mencionar que un meta-análisis de varias investigaciones para determinar el efecto de la suplementación con aceite de pescado sobre los niveles séricos de triglicéridos consistentemente señala un efecto importante en la disminución de los triglicéridos. Las dosis del aceite de pescado en los estudios van de 0.5 gramos a 25 gramos diario con una ingesta promedio de 6 gramos al día. Estos números se refieren a la cantidad recibida de ácido EPA y de ácido DHA. La relación promedio de EPA a DHA en estos estudios es de 1.5 y las investigaciones tuvieron una duración de dos semanas hasta 2 años. El efecto de bajar los triglicéridos estuvo relacionado con la dosis. En general, los niveles de colesterol no cambiaron.

Por otro lado, la investigación de Prevenzione-GISSI examinó el efecto de la ingesta de complementos con vitamina E y el aceite de pescado en la dieta sobre la mortalidad y la morbilidad en más de 11,000 individuos que habían sufrido un infarto al miocardio dentro de los 3 meses antes de entrar al ensayo. Los individuos (un 85 % de hombres, un 51 % de menores de 60 años) fueron asignados al azar a uno de 4 grupos. Un grupo, consistente en 2,836 sujetos, recibió un gramo de aceite de pescado diario conteniendo de 850 mg de ácidos grasos en forma de esteres de etilo y en una relación de EPA a DHA de 1 a 2. Un segundo grupo, consistente en 2,830 sujetos recibió 300 mg de vitamina E en forma de D-alfa tocoferol sintético. Un tercer grupo de 2,830 sujetos recibió ambos, el aceite de pescado y la vitamina E, mientras que el cuarto grupo de 2,828 actuó como control . El ensayo tuvo una duración de tres años y medio.

El punto final primario combinado fue la muerte, el infarto al miocardio y una embolia. El tratamiento con el aceite de pescado, pero no la vitamina E, significativamente disminuyó el riesgo del punto final primario. El efecto del tratamiento combinado fue semejante al del aceite de pescado solo. Aunque la vitamina E sí mostró una tendencia hacia la reducción en la mortalidad, la tendencia no mostró importancia. No se reportaron efectos adversos excepto por algunos síntomas ligeros gastrointestinales. La dosis usada del aceite de pescado en el ensayo disminuyó los triglicéridos séricos cerca de un 3.4 %.

El resultado más importante de este ensayo fue la reducción en el riesgo para una muerte general y una muerte cardiaca súbita. Este estudio sugiere que hasta 20 vidas por 1,000 pacientes post-infarto al miocardio podrían salvarse al consumir dosis diarias de aceite de pescado.

Cada vez la evidencia se acumula, por ejemplo un meta-análisis del efecto del aceite de pescado después de una angioplastía coronaria indicó que las personas que habían sido sometidas a una angioplastía exitosa tuvieron una tasa significativamente más baja (13.9 %) de restenosis cuando se les dieron de 4 a 5 gramos diarios de mezclas nutricionales de ácidos grasos EPA y DHA durante 3 meses a un año después de la angioplastía.