Considerando que la Medicina Ortomolecular o mejor dicho la Nutrición Ortomolecular, es excelente complemento del Biomagnetismo, en su carácter terapéutico. Sin menoscabo de que cada una de ellas, por si misma, siguen dando excepcionales resultados, tanto a Terapeutas en su práctica Profesional, como a Pacientes y Consultantes en la recuperación de su Salud, decidí crear este Blog Especializado: Ortomolecular – Nutrición exacta y Salud óptima, vinculándolo al de Biomagnetismo Holístico – Terapia Integral. Los contenidos estarán más enfocados al estudiante e investigador, que al curioso, pues serán enriquecidos en su caso con referencias Técnicas y bibliográficas y demás información compilada principalmente desde el Internet…El Editor…

Búsqueda personalizada

miércoles, 11 de julio de 2012

El aluminio: su relación con la enfermedad de Alzheimer

Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.

Profesor de Farmacología del CUCS de la Universidad de Guadalajara






















Es muy frecuente que cuando una persona famosa sufre de una enfermedad, también esa enfermedad se hace famosa. Tal es el caso con la enfermedad de Alzheimer, ya que muchos dicen que el ex-presidente Ronald Reagan padece de este problema. A principios de 1989, la revista médica altamente respetada de Inglaterra, The Lancet publicó las conclusiones de un estudio del gobierno Británico: el riesgo de contraer la enfermedad de Alzheimer se había elevado en un 50 % en las áreas de la Gran Bretaña donde el agua para beber contenía niveles elevados de aluminio.

Esta enfermedad aflige a mucha población. Por ejemplo, en los EE.UU. el 15 % de los americanos mayores de 65 años están afectados de este padecimiento, es decir más de 2 millones y medio de personas. Antes, se le conocía como demencia senil. Esta enfermedad está caracterizada por fibras nerviosas enredadas alrededor del hipocampo. Para aquellos que no lo saben, el hipocampo es el centro de la memoria del cerebro. Lo que sucede es que cuando estas fibras nerviosas que rodean al hipocampo se enredan, entonces los impulsos nerviosos ya no pueden llevar la información de, ni hacia el cerebro.

Algunas características de esta enfermedad son cambios severos en el estado de ánimo, pérdida de la memoria, percepciones desorientadas en el tiempo y el espacio, cambios de personalidad y una invalidez para comunicarse o concentrarse. Generalmente, la salud de la persona se deteriora en forma progresiva hasta que queda incapacitada totalmente.

Según el Dr. James F. Balch, en un estudio reciente de 78 pacientes con demencia, se encontró que 68 % también tenían la enfermedad de Alzheimer, 5 % tenían una deficiencia vitamínica (particularmente de B-12), 8 % tenían una forma ligera de depresión y 5 % tenían demencia por haber sufrido de varias embolias.

Con relación a la causa, podemos decir que la investigación ha revelado una fuerte correlación entre la enfermedad de Alzheimer y el aluminio. Casi siempre se han encontrado a través de las autopsias, depósitos de aluminio y sílice en los cerebros de las personas que murieron por este padecimiento. Por lo cual, estos resultados pueden sugerir que las cantidades excesivas de aluminio en la dieta, combinado con una deficiencia de varios minerales esenciales, en forma directa o indirecta lo predisponen a uno a la enfermedad de Alzheimer.

Es importante resaltar que el aluminio no es un nutriente. Aunque no es un metal pesado, es altamente tóxico para todos los seres vivos. El aluminio está difundido en nuestra agua, en la tierra, en el aire y por lo tanto en pequeñas cantidades, en nuestros alimentos también. Se cree que una persona promedio consume entre 3 y 10 miligramos de aluminio al día. En la actualidad, sabemos que el aluminio se absorbe y se acumula en nuestro cuerpo.

Hace algún tiempo la revista médica The Lancet (Vol. 343, 23-Ab-94) publicó un artículo en el que se menciona al aluminio como la toxina responsable de esta epidemia moderna: "la ingestión de hidróxido de aluminio fue implicada en la acumulación de aluminio en los cerebros de estos pacientes (que muestran cambios neuropáticos semejantes al Alzheimer)".

Como todos sabemos, el aluminio es un metal popular que se usa para hacer utensilios de cocina (en su lugar, se recomienda usar vidrio o acero inoxidable), así como envoltura de papel aluminio. El uso excesivo de los antiácidos es la causa más común de la toxicidad con aluminio. Muchos medicamentos antiinflamatorios contienen aluminio, como buffer (amortiguo), con concentraciones que van desde 14.4 mg hasta 88 mg por dosis. Varias preparaciones antidiarréicas contienen sales de aluminio, incluyendo caolín. Es importante leer la etiqueta de todo lo que compremos, ya que el aluminio es también un aditivo en muchos polvos para cocinar.

El polvo para cocinar contiene de 5 a 70 miligramos de sulfato de aluminio sódico por cucharada de té.
Como ya lo mencioné, muchos síntomas de la intoxicación con aluminio son semejantes a los de la enfermedad de Alzheimer y a la osteoporosis. Una intoxicación de aluminio puede producirnos alteraciones gastrointestinales, nerviosismo extremo, un metabolismo alterado del calcio, dolores de cabeza, anemia, alteraciones en la función hepática y renal, alteraciones en el habla, mala memoria, huesos débiles, inclusive músculos dolorosos.

Para diagnosticar una intoxicación crónica por aluminio o por cualquier otro metal pesado, contamos en la actualidad con el análisis mineral de pelo, el cual, es un método sencillo y confiable para este tipo de medición.

Debido a que el aluminio se excreta por los riñones, las cantidades tóxicas de aluminio pueden dañar la función renal. El hecho de trabajar en plantas de fundición de aluminio puede producir en los trabajadores, a largo plazo, una coordinación dañada, mareos, falta de energía y alteraciones en el equilibrio. También ya se mencionó que la acumulación de aluminio en el cerebro puede ser una causa para la aparición de estos mismos síntomas de la enfermedad de Alzheimer.

Por todo lo anterior, es bueno pensarlo dos veces antes de utilizar baterías de cocina de aluminio. Algunos científicos como el Dr. William Douglass, en Second Opinion recomiendan no utilizar pastas de dientes que contengan aluminio. También recomiendan no utilizar desodorantes que contengan aluminio. Por otro lado, recomiendan no consumir antiácidos que contengan hidróxido de aluminio, algunas sales de mesa, harinas blanqueadas y evitar el humo de los cigarros. Varias docenas de antiácidos contienen hidróxido de aluminio.

Dependiendo del producto, las concentraciones pueden tener un amplio rango que va desde 29 miligramos hasta 265 miligramos por dosis. Muchas preparaciones populares para duchas contienen sales de aluminio.

Los quesos procesados tienen un alto contenido de aluminio, ya que se les agrega el aluminio para darles la capacidad de derretirse cuando se usan en las hamburguesas. Estos alimentos contienen entre 5 a 50 miligramos de fosfato de aluminio sódico por porción promedio.

Si nos detenemos a pensar, podríamos deducir que también debemos de vigilar nuestro consumo de alimentos enlatados. La mayoría de los refrescos son ácidos, así que probablemente se está ingiriendo mucho aluminio con cada lata.

De acuerdo a los conocimientos actuales, es bueno recordar que una vez que uno ha sido cargado con aluminio, es decir, que uno lo ha absorbido a través de cualquier vía antes mencionadas, no hay ni un método conocido para quelarlo fuera de nuestro cuerpo. Solamente puede ser desplazado.

Otra de las recomendaciones que se le pueden hacer al público, es la de que estén seguros de que su dieta tenga un alto contenido de fibra (promedio 25 gramos diarios) así como pectina de las manzanas. Esto ayuda a que nuestro cuerpo absorba menor cantidad de aluminio de los alimentos que lo contienen. Se sabe que el calcio en forma quelada con magnesio puede ayudar a enlazarse con el aluminio y coadyuva a su eliminación del cuerpo. Las vitaminas B, especialmente la vitamina B6 son importantes para que el tracto intestinal se deshaga de los metales en exceso en nuestro cuerpo.

Los avances científicos nos han dejado saber que la L-dopa se convierte en dopamina, la cual, impulsa al sistema monoamina que estimula nuestro cerebro. La dopamina es destruida en nuestro cerebro por una enzima llamada monoaminooxidasa. Conforme envejecemos, se destruye más dopamina que la que se produce. Esta depleción del principal estimulante de nuestro cerebro hace que la función cerebral se disminuya -- frecuentemente en forma dramática. El l-deprenyl, puede en forma efectiva bloquear la acción de la enzima monoaminooxidasa, proporcionándonos una opción terapéutica no sólo para la enfermedad de Alzheimer, sino para todo tipo de demencias. Al bloquear a la monoaminooxidasa, el l-deprenyl hace que la concentración de dopamina se incremente, así que nuestro cerebro es estimulado más y por eso mejora la función cerebral. Esto significa que el l-deprenyl tiene un efecto terapéutico en los pacientes con Alzheimer, tanto a corto como a largo plazo. En un pequeño estudio realizado en el Programa de Estudios de Medicinas Alternativas de la Universidad de Guadalajara en 1992, con 20 pacientes, encontramos que al administrarles una dosis de 10 mg al día de l-deprenyl, hubo una mejoría general importante en su funcionamiento cerebral.

Los cambios se notaron después de 30 días de tratamiento. Los pacientes se pusieron menos nerviosos, se hicieron más sociales, es decir que la calidad de su vida mejoró. También vimos que mejoraron su capacidad de aprendizaje, su concentración y su memoria.

Se puede agregar al debate de los campos electromagnéticos y la salud, una relación interesante entre la enfermedad de Alzheimer y la exposición a los mismos. En un congreso reciente realizado en Minneapolis, el investigador Joseph Sobel de la Universidad del Sur de California reportó sobre tres estudios que demuestran lazos dramáticos entre la exposición en el lugar del trabajo a fuertes campos electromagnéticos y un riesgo posterior a la enfermedad degenerativa del cerebro. Los sujetos a exposiciones altas fueron 3 veces más propensos a desarrollar Alzheimer que la gente que no trabajaba alrededor de campos eléctricos. Dos de estos estudios se realizaron en Finlandia, otro en Los Angeles. Se incluyeron 386 pacientes y 475 sujetos de control.

La hiperactividad en los niños.

Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.

Profesor de Farmacología del CUCS de la Universidad de Guadalajara

Una de las áreas más grande de crecimiento en la medicina, particularmente en los países desarrollados, es el problema de los niños. Sus síntomas, en vez de ser "difíciles de manejar" ahora se denotan por medio de una variedad de eufemismos médicos dominantes - hiperactividad, desorden de déficit de atención, hiperquinesia, daño mínimo cerebral y disfunción mínima cerebral.

Estas etiquetas, todas llenas de patología orgánica seria son poca cosa para el tipo de niño que simplemente no puede estarse quieto, no puede concentrarse, tiene dificultad para fijarse en el tiempo, para comer o dormir, no puede adaptarse a nuevas situaciones, hiperreacciona a nuevos estímulos y tiene un comportamiento impredecible, impulsivo y frecuentemente destructivo, hace de la vida un infierno en la tierra para cada miembro de la familia.

El tratamiento estándar para la hiperactividad, son medicamentos estimulantes del sistema nervioso central como el metilfenidato, los cuales tienen efectos paradójicos en los niños, en vez de animarlos, los estimulantes en general (incluyendo la cafeína) los narcotiza en un estado calmado y soporoso.

Y ahora la tendencia más reciente tomada por la medicina convencional, es culpar a los genes.

Un estudio clínico (NEJM 8 Abril de 1993) concluyó que los niños hiperactivos tienen algo en su carácter que les causa tener una resistencia generalizada a la hormona tiroidea. En otras palabras, están inquietos porque su glándula tiroidea no está regulando apropiadamente.

En 1973 el alergólogo pediatra, el Dr. Ben Feingold introdujo la entonces novedosa teoría de que los alimentos que contienen salicilatos, substancias parecidas a la aspirina tales como los colores artificiales y los sabores artificiales eran los principales responsables de la hiperactividad. Encontró que en los niños, la reducción en la ingesta de azúcar o aditivos artificiales o inclusive el descubrimiento de posibles alergias, podrían ayudarlos.

Varios estudios clínicos en niños hiperactivos o con otras alteraciones del comportamiento han demostrado una mejoría importante con una dieta de eliminación de los alimentos a los que son hiperreactivos (Egger J. et al controlled trial of oligontigenic treament in the hyperkinetic syndrome Lancet 1: 540-5-1985)

Como todos sabemos existe un tipo de deficiencias nutricionales inducidas. Estas deficiencias pueden estar inducidas inclusive por metales pesados y en el caso de los niños con hiperactividad hemos encontrado en muchos casos niveles altos de aluminio, plomo o mercurio ( J. Child Psicol. Psychiatry ( 30(4){ 515-28, 1989)

Cada vez más personas y más médicos ponen énfasis en la importancia de la buena alimentación, no sólo para la prevención sino también para el tratamiento coadyuvante de cualquier enfermedad.

En muchos casos los pacientes requieren de manera definitiva del uso de medicamentos convencionales (alopáticos). Sin embargo, hasta el momento casi no había información accesible y confiable que nos hablara acerca de las interacciones entre los nutrimentos y los medicamentos convencionales.

En la actualidad se conocen y reconocen literalmente cientos de interacciones entre los nutrimentos y los medicamentos convencionales. Hoy hemos corroborado que algunos problemas de salud se pueden desarrollar cuando la gente toma medicamentos convencionales que causan que sus cuerpos pierdan ciertos nutrimentos. El nombre científico de este fenómeno es "deficiencia nutricional inducida por medicamentos".

Este es un asunto de vital importancia no sólo para los médicos sino para el público en general ya que afecta a millones de personas en todo el mundo.

La verdad es que muchos de los efectos colaterales de los medicamentos convencionales pueden deberse realmente a las deficiencias nutricionales que son causadas por estos medicamentos, especialmente cuando se toman por largos períodos de tiempo.

En un estudio doble ciego, a un grupo de niños con desorden de déficit de atención y niveles bajos sanguíneos de serotonina, se les administró vitamina B-6 oral. Los niveles de serotonina aumentaron y fue más efectiva que el metilfenidato en disminuir la hiperquinesia y en contraste con el metilfenidato, su beneficio continuó en el periodo siguiente del placebo (Coleman M. Et al . A preliminary study of the effect of pyridoxine administration in a subgroup of hypercinetic children: A double- blind cross over comparison with methylphenidato. J. Biol Psych, 14 (5): 741-51, 1979).

En la mayoría de los niños hiperactivos que hemos examinado en nuestros estudios, hemos encontrado deficiencia de alguno o varios ácidos grasos esenciales. Algunos niños no pueden metabolizar normalmente el ácido linoléico, otros no pueden absorber a estos ácidos esenciales en forma normal del intestino. Y en un grupo pequeño de niños, sus requerimientos de ácidos grasos esenciales son más altos que lo normal. En casos raros, hemos encontrado niños que son afectados por la leche o el trigo produciéndoles una elevación en las exorfinas en el intestino lo cual puede bloquear la conversión de ácidos grasos esenciales en prostaglandina E-1 ( Colquhouan I. Bunday, S.A. Lack of essential fatty acids as a posible cause of hyperactivity in children. Med Hypotheses 7:673-9, 1981).

También hemos encontrado que muchos niños hiperactivos son deficientes en zinc. Este mineral se requiere para la conversión de los ácidos grasos esenciales en prostaglandinas.

En un estudio clínico se encontró que muchachos hiperactivos tenían niveles más bajos de zinc en la orina, en la sangre, en el cabello y en las uñas que un grupo de control, aunque no hubo diferencia en los niveles de zinc en la saliva --- sugiriendo otra vez que en los niños hiperactivos, se retiene menos zinc en el cuerpo (J Nutr Med 1:51-57, 1990).

En la literatura médica podemos encontrar varias referencias bibliográficas en donde se corroboran nuestros encuentros.

En casos raros algunos autores han encontrado niveles anormalmente altos de cobre. Esto es importante ya que el cobre elevado inhibe a la enzima necesaria para la producción de serotonina. Algunos investigadores alemanes han encontrado una relación entre la ingesta excesiva de fosfato y la hiperactividad en los niños. Un estudio de niños hospitalizados hiperagresivos ligó a la ingesta de fosfato con el comportamiento agresivo (Heildeiberg).

En un estudio de niños hiperactivos quienes habían tomado metilfenidato durante 2 años o más, se les encontraron descargas eléctricas anormales en la región temporal según el electroencefalograma. En exámenes de sangre, se encontraron niveles muy bajos de calcio. Inclusive, en algunos casos el aumento en la ingesta de leche resultó en una mejoría marcada del comportamiento (Walker S. III Drugging the American Child we´re too cavalier about hyperactiv. J. Learning Disabil 8: 354, 1975)

Algunas de las reacciones adversas del metilfenidato son cefalea, somnolencia, mareos, taquicardia, arritmias, náuseas, vómitos, urticaria, fiebre, leucopenia y aparentemente hasta dependencia.

La cocaína y el metilfenidato usan los mismos sitios de receptores en el cerebro, produciendo la misma sensación de elevación en el estado de ánimo. La diferencia es que la cocaína deja al sitio receptor más rápido.

El metilfenidato y la cocaína estimulan la producción de la dopamina que es un neurotransmisor cerebral. Se cree que los niños con déficit de atención tienen niveles bajos de dopamina (J Neurosci, 2001; 21: RC121). Es decir que el metilfenidato no es un estimulante débil.

La psicosis y la depresión se pueden ver como síntomas del síndrome de abstinencia después del uso a largo plazo del metilfenidato (Am J Psychiatry, 1979; 136: 226-8). Los síntomas del síndrome de abstinencia son un signo de adicción.

Parece que el metilfenidato afecta en forma adversa el crecimiento en la niñez. Algunos investigadores siguieron clínicamente a niños que tomaban metilfenidato por un promedio de tres años y anotaron en sus expedientes su altura y peso hasta la edad de 22 años. Encontraron que los niños que recibieron dosis más altas de metilfenidato fueron significativamente más bajos como adultos.(J Am Acad Child Adolesc Psychiatry, 2000; 39: 517-24).

Un grupo de pediatras Alemanes recientemente descubrieron que el metilfenidato tiene efectos directos sobre la pituitaria, la glándula que controla la producción de la hormona del crecimiento (J Child Adolesc Psychopharmacol, 2002; 12: 55-61).

Entre 1990 y el año 2000 la División de Fármacovigilancia y Epidemiología de la FDA cotejó 186 muertes y 569 hospitalizaciones debido al metilfenidato, principalmente por sucesos en el sistema nervioso central o periférico.

Los que están a favor señalan los buenos resultados en el salón de clase, donde aparentemente el metilfenidato reduce el comportamiento impulsivo. Los que están en contra, dicen que el medicamento no mejora las pruebas del IQ, el rendimiento académico ni las habilidades en el aprendizaje.

El metilfenidato es ahora uno de los medicamentos más prescritos a los niños en EE. UU. con más de 6 millones de prescripciones al año acercándose a los $ 500 millones de dólares en ventas anuales.

En estudios sobre pruebas de toxicología en ratones, un número significativo desarrolló tumores hepáticos.

Algunos de los tumores eran malignos conocidos como hepatoblastomas (Toxicology, 1995;103:77-84).

En algunas escuelas la tasa de prescripción es alta con 10 % de todos los niños y un sin precedente 20 % de los alumnos de quinto grado tomando metilfenidato (Am J Publ Health, 1999; 89: 1359-64). Es algo muy difícil de creer.

Un neurólogo de la Universidad de Michigan, el Dr. Ronald Chervin cree que algunos niños hiperactivos requieren de dormir. Se ha visto que un gran número de niños con hiperactividad sufre de alteraciones del sueño. Así que si los niños manifiestan somnolencia durante el día de distinta manera que los adultos, la hiperactividad podría ser un recurso para mantenerse despiertos.

En relación a factores ambientales hemos encontrado evidencia de la influencia de la luz sobre el comportamiento de los niños.

Los niños que asisten a escuelas donde se utilizan luces de espectro completo selladas, son menos propensos a la hiperactividad que aquellos que están expuestos a otro tipo de luces, especialmente fluorescentes.


Los niños hiperactivos y la nutrición

 

Una de las áreas más grande de crecimiento en la medicina, particularmente en los países desarrollados, es el problema de los niños. Sus síntomas, en vez de ser “difíciles de manejar” ahora se denotan por medio de una variedad de eufemismos médicos dominantes - hiperactividad, desorden de déficit de atención, hiperquinesia, daño mínimo cerebral y disfunción mínima cerebral.

Estas etiquetas, todas llenas de patología orgánica seria son poca cosa para el tipo de niño que simplemente no puede estarse quieto, no puede concentrarse, tiene dificultad para fijarse en el tiempo, para comer o dormir, no puede adaptarse a nuevas situaciones, hiperreacciona a nuevos estímulos y tiene un comportamiento impredecible, impulsivo y frecuentemente destructivo, hace de la vida un infierno en la tierra para cada miembro de la familia.

Los médicos convencionales no están seguros qué causa la hiperactividad, aunque muchos investigadores hemos notado una correlación entre los niveles bajos de fosfolípidos de ácidos grasos esenciales y la hiperactividad (E.A. Mitchell et al., “Clinical characteristics and serum essential fatty acid levels in hyperactive children”., Clin Pediatr 26 (1987): 406-11). Esto hace que suban los niveles de prostaglandinas, lo cual a su vez, puede afectar adversamente los niveles de neurotransmisores.

El tratamiento estándar para la hiperactividad, son medicamentos estimulantes del sistema nervioso central como el metilfenidato, los cuales tienen efectos paradójicos en los niños, en vez de animarlos, los estimulantes en general (incluyendo la cafeína) los narcotiza en un estado calmado y soporoso. Y ahora la tendencia más reciente tomada por la medicina convencional, es culpar a los genes.

Varios estudios clínicos en niños hiperactivos o con otras alteraciones del comportamiento han demostrado una mejoría importante con una dieta de eliminación de los alimentos a los que son hiperreactivos (Egger J. et al controlled trial of oligontigenic treament in the hyperkinetic syndrome Lancet 1: 540-5-1985)

Como todos sabemos existe un tipo de deficiencias nutricionales inducidas. Estas deficiencias pueden estar inducidas inclusive por metales pesados y en el caso de los niños con hiperactividad hemos encontrado en muchos casos niveles altos de aluminio, plomo o mercurio ( J. Child Psicol. Psychiatry ( 30(4){ 515-28, 1989)

En un estudio doble ciego, a un grupo de niños con desorden de déficit de atención y niveles bajos sanguíneos de serotonina, se les administró vitamina B-6 oral. Los niveles de serotonina aumentaron y fue más efectiva que el metilfenidato en disminuir la hiperquinesia y en contraste con el metilfenidato, su beneficio continuó en el periodo siguiente del placebo (Coleman M. Et al . A preliminary study of the effect of pyridoxine administration in a subgroup of hypercinetic children: A double- blind cross over comparison with methylphenidato. J. Biol Psych, 14 (5): 741-51, 1979).

En la mayoría de los niños hiperactivos que hemos examinado en nuestros estudios, hemos encontrado deficiencia de alguno o varios ácidos grasos esenciales. Algunos niños no pueden metabolizar normalmente el ácido linoléico, otros no pueden absorber a estos ácidos esenciales en forma normal del intestino. Y en un grupo pequeño de niños, sus requerimientos de ácidos grasos esenciales son más altos que lo normal. En algunos casos, hemos encontrado niños que son afectados por la leche de vaca o el trigo produciéndoles una elevación en las exorfinas en el intestino lo cual puede bloquear la conversión de ácidos grasos esenciales en prostaglandina E-1 ( Colquhouan I. Bunday, S.A. Lack of essential fatty acids as a posible cause of hyperactivity in children. Med Hypotheses 7:673-9, 1981).

Los aceites de pescado o aceites marinos son un grupo de aceites derivados (generalmente de los hígados de pescado) particularmente de pescados de aguas frías.

Los aceites de pescado contienen ácido eicosapentaenóico (EPA) y ácido docosahexaenóico (DHA).

Ambas grasas son ácidos grasos de cadena larga poliinsaturados omega 3. Aunque el cuerpo puede sintetizar estas grasas del ácido alfa-linolénico, se cree que esta conversión es deficiente en muchas gentes.

En los humanos, el DHA puede convertirse en EPA. Recordemos que nuestro cerebro se compone de por lo menos 60 % de lípidos.

Estos aceites de pescado, el EPA y el DHA son importantes para la producción de tejido nervioso, hormonas y membranas celulares. El EPA se convierte en las prostaglandinas de la serie 3 las cuales tienen una actividad antiinflamatoria.

Algunos factores que inhiben la actividad de la enzima delta-6-desaturasa que al ácido alfalinolénico en ácido docosahexaenóico son los siguientes:
  1. una ingesta alta de grasas saturadas y grasas trans, las cuales actúan como grasas saturadas dentro del cuerpo
  2. el consumo excesivo de azúcar, lo cual incrementa la insulina y también se convierte en grasas saturadas y
  3. la infancia porque antes de cumplir un año de edad, tenemos a esta enzima inactiva. Por eso, la lactancia materna es indispensable para el desarrollo neurológico normal de los bebés.
Existe un estudio sin precedente en relación al uso de complementos alimenticios de ácidos grasos. Esta investigación fue realizada en el condado de Durham. Fue un ensayo randomizado y controlado donde a niños con transtornos de coordinación en el desarrollo recibieron complementos alimenticios de ácidos grasos (Pediatrics 2005; 115;1360-1366).

Se estudiaron 117 niños con transtornos de coordinación en el desarrollo entre los 5 y los 12 años de edad.

Se dio tratamiento durante 3 meses en grupos paralelos. Al final se encontraron mejorías significativas en la lectura, la ortografía y el comportamiento.

La conclusión de este estudio es que la complementación con ácidos grasos puede ofrecer una opción de tratamiento seguro y eficaz para problemas educacionales y de comportamiento entre los niños con transtornos de coordinación en el desarrollo.

También hemos encontrado que muchos niños hiperactivos son deficientes en zinc. Este mineral se requiere para la conversión de los ácidos grasos esenciales en prostaglandinas.

En varios raros algunos autores han encontrado niveles anormalmente altos de cobre. Esto es importante ya que el cobre elevado inhibe a la enzima necesaria para la producción de serotonina. Algunos investigadores alemanes han encontrado una relación entre la ingesta excesiva de fosfato y la hiperactividad en los niños. Un estudio de niños hospitalizados hiperagresivos ligó a la ingesta de fosfato con el comportamiento agresivo (Heildeiberg).

En un estudio de niños hiperactivos quienes habían tomado metilfenidato durante 2 años o más, se les encontraron descargas eléctricas anormales en la región temporal según el electroencefalograma. En exámenes de sangre, se encontraron niveles muy bajos de calcio. Inclusive, en algunos casos el aumento en la ingesta de leche resultó en una mejoría marcada del comportamiento (Walker S. III Drugging the American Child we´re too cavalier about hyperactiv. J. Learning Disabil 8: 354, 1975)

Algunas de las reacciones adversas del metilfenidato son cefalea, somnolencia, mareos, taquicardia, arritmias, náuseas, vómitos, urticaria, fiebre, leucopenia y aparentemente hasta dependencia.

La cocaína y el metilfenidato usan los mismos sitios de receptores en el cerebro, produciendo la misma sensación de elevación en el estado de ánimo. La diferencia es que la cocaína deja al sitio receptor más rápido.

El metilfenidato y la cocaína estimulan la producción de la dopamina que es un neurotransmisor cerebral. Se cree que los niños con déficit de atención tienen niveles bajos de dopamina (J Neurosci, 2001; 21: RC121).

Es decir que el metilfenidato no es un estimulante débil.

La psicosis y la depresión se pueden ver como síntomas del síndrome de abstinencia después del uso a largo plazo del metilfenidato (Am J Psychiatry, 1979; 136: 226-8). Los síntomas del síndrome de abstinencia son un signo de adicción.

Parece que el metilfenidato afecta en forma adversa el crecimiento en la niñez. Algunos investigadores siguieron clínicamente a niños que tomaban metilfenidato por un promedio de tres años y anotaron en sus expedientes su altura y peso hasta la edad de 22 años. Encontraron que los niños que recibieron dosis más altas de metilfenidato fueron significativamente más bajos como adultos.(J Am Acad Child Adolesc Psychiatry, 2000; 39: 517-24).

Un grupo de pediatras Alemanes recientemente descubrieron que el metilfenidato tiene efectos directos sobre la pituitaria, la glándula que controla la producción de la hormona del crecimiento (J Child Adolesc Psychopharmacol, 2002; 12: 55-61).

Entre 1990 y el año 2000 la División de Fármacovigilancia y Epidemiología de la FDA cotejó 186 muertes y 569 hospitalizaciones debido al metilfenidato, principalmente por sucesos en el sistema nervioso central o periférico.

Los que están a favor señalan los buenos resultados en el salón de clase, donde aparentemente el metilfenidato reduce el comportamiento impulsivo. Los que están en contra, dicen que el medicamento no mejora las pruebas del IQ, el rendimiento académico ni las habilidades en el aprendizaje.

El metilfenidato es ahora uno de los medicamentos más prescritos a los niños en EE. UU. con más de 6 millones de prescripciones al año acercándose a los $ 500 millones de dólares en ventas anuales.

En estudios sobre pruebas de toxicología en ratones, un número significativo desarrolló tumores hepáticos.

Algunos de los tumores eran malignos conocidos como hepatoblastomas (Toxicology, 1995;103:77-84).

En algunas escuelas la tasa de prescripción es alta con 10 % de todos los niños y un sin precedente 20 % de los alumnos de quinto grado tomando metilfenidato (Am J Publ Health, 1999; 89: 1359-64). Es algo muy difícil de creer.